Silent Hill: Mausoleum
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Silent Hill: Mausoleum
Disclaimer: Silent Hill no me pertenece, pertenece a la empresa japonesa Konami.
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Silent Hill: Mausoleum
Prólogo
Leon nació en Augusta, Maine, Estados Unidos, durante una fría tormenta invernal el 11 de noviembre de 1995, fue encontrado en un basurero por una mujer que escuchó sus sollozos e inmediatamente llevado al MaineGeneral Hospital. En el basurero estaba una partida de nacimiento, un poco arrugada, que tenía el nombre del bebé y su fecha de nacimiento, por razones misteriosas el apellido de Leon y los nombres de sus progenitores estaban tachados agresivamente que se había dañado el papel.
El niño fue adoptado por la mujer, llamada Nancy Fitzgerald: De 27 años, anestesióloga, soltera y estéril; desde entonces fue conocido como Leon Fitzgerald.
Nancy, quien no conseguía pareja debido a su incapacidad de tener hijos; mimó, cuidó y amó a Leon como si fuera de su propia sangre. Al ser soltera, tenía que trabajar bastante duro para poder mantenerse a ella y a su hijo adoptivo, la familia de Nancy vivía en Texas, y casi no se comunicaba con ella, así que la mujer sabía que no podría contar con ellos. El sueldo no le alcanzaba, las cuentas de la casa aumentaban y aumentaban y todo parecía irse al caño; hasta que el 12 de marzo de 1997, revisando el buzón, consiguió una carta con $100,000 en efectivo, no decía de quien era, ni tenía estampilla o algo por el estilo; sólo tenía una notita sin firma que decía: “POR LEON”.
Pasaron 2 años; pagar la hipoteca y cancelar deudas parecía un juego de niños, Nancy estaba viviendo la buena vida y el dinero jamás parecía acabarse, todos estaban felices... Leon ya podía caminar y hablar, era muy inteligente y juguetón. Todo iba bien hasta que en su cumpleaños número cuatro, el infante dijo algo que Nancy —no, un padre — menos esperaría oír de las dulces e inocentes palabras de sus hijos y que llegarían a cambiar sus vidas para siempre.
“Mamá, Dios hizo algo mal, soy una mujer”.
Como la mayoría de los padres reaccionarían, Nancy pensó que sólo sería una “fase”, pero no se detuvo. Leon atormentó a su madre por meses diciendo una y otra vez: “Soy mujer”, “Soy mujer”, “Soy mujer”. Hasta que, luego de 2 años, 6 meses y 17 días, Nancy llevó al niño con una psicóloga de confianza en el MaineGeneral Hospital, y le tomó otros 2 años para diagnosticar a Leon con Disforia de Género, una condición poco común que hace que, quien la sufra, sienta mayor identificación con el sexo contrario, Leon se sentía una mujer.
Leon comenzó entonces a dejarse crecer el pelo, usar vestidos, e incluso su madre empezó a llamarle por el nombre que realmente quería que le llamasen: Luna. El amor entre Luna (Leon) y Nancy era inquebrantable, Nancy siempre apoyó a su hija con sus problemas en la escuela y su ausencia absoluta de amistades, Luna se cambió de escuela varias veces, pero la noticia ya había pasado a ser un escándalo que rondaba por toda la ciudad, incluso Nancy fue despedida de su trabajo; la familia tuvo que mudarse a Portland.
Afortunadamente, en Portland, la transexualidad de Luna era un completo secreto, secreto que no podía ser descubierto a simple vista, Nancy consiguió empleo en el Mercy Hospital y aún quedaba mucho dinero sobrante de la misteriosa carta. Luna fue conocida y tratada como una mujer en el Chelsea Elementary School y logró hacer amigos; la esperanza parecía renacer en los Fitzgerald, y la relación entre Nancy y Luna se hizo aún más estrecha, algo más que uña y carne.
Fue a partir de los doce años que Luna empezó a hormonarse, a tomar estrógenos y otros distintos tipos de hormonas; empezaron a crecerle senos, cadera, y a reducírsele un poco la cintura, Luna jamás había estado más feliz en su vida, y Nancy en ningún momento dejó de apoyarla. Pasaron días, semanas, meses, años… Luna ya era toda una adolescente (dieciséis años) y no se notaba ningún carácter masculino en todo su cuerpo, ni siquiera en su voz, pero algo faltaba… Luna aún no era una mujer por completo; eran sus genitales, aún no encajaban en lo que ella tenía en mente, fue cuando madre hija acudieron una vez más a la carta anónima, al dinero que trajo consigo.
Luna viajó a Los Ángeles, California (Su madre tuvo que quedarse por su trabajo), para realizarse una cirugía de reasignación de sexo con una doctora reconocida mundialmente. Al principio estaba nerviosa, pero por millonésima vez, una imagen de ella misma siendo una mujer completa atormentaba su mente. Luna estaba decidida.
Su camilla había llegado al quirófano, y a pesar de estar anestesiada, Luna seguía de alguna forma consciente, como si estuviera presente espiritual, mas no físicamente. Vio desde fuera de su cuerpo cómo los doctores cogían unas herramientas que jamás había visto en su vida, y cómo cortaban la piel ya sangrante, lo que quedaba de Leon. El procedimiento tomó alrededor de cuatro horas, ya el deseo de Luna se había cumplido, ya era una mujer de cuerpo y de mente. Reposó en el Mercy Hospital un par de días, y luego salió al sol; renovada, renacida, completa…
Ya no había qué temer, qué esconder, ahora nada ni nadie podía impedir a Luna ser ella misma. Volvió a casa, abrazó a su madre y sus ojos estallaron de lágrimas, “gracias” fue todo lo que apenas pudo decir, miró la carta mientras seguía abrazada de su criadora, y cerró los ojos derramando más lágrimas; el abrazo duró más o menos veinte minutos.
Pasaron aún más años, Luna se graduó, incluso tuvo un novio, el cual la dejó al decirle que era transexual, fue algo doloroso, pero lo superó, ya no tenía miedo de ser pisoteada. Su hermoso, largo y ondulado cabello negro caía libremente hasta la mitad de su espalda, sus ojos azules eran puros y cristalinos como el agua, tenía una piel blanca y suave de algodón, y un cuerpo de reloj de arena 90 60 90, Luna era la más bella de su clase. Nancy era muy diferente a su hija: Tenía un rizado cabello pelirrojo que le llegaba hasta el cuello, unos gigantescos ojos verdes y una complexión un poco más corpulenta debido a su ligera obesidad.
Esta historia comienza cuando una ya adulta Luna de diecinueve años de edad regresa a Maine de unas vacaciones en Texas...
El niño fue adoptado por la mujer, llamada Nancy Fitzgerald: De 27 años, anestesióloga, soltera y estéril; desde entonces fue conocido como Leon Fitzgerald.
Nancy, quien no conseguía pareja debido a su incapacidad de tener hijos; mimó, cuidó y amó a Leon como si fuera de su propia sangre. Al ser soltera, tenía que trabajar bastante duro para poder mantenerse a ella y a su hijo adoptivo, la familia de Nancy vivía en Texas, y casi no se comunicaba con ella, así que la mujer sabía que no podría contar con ellos. El sueldo no le alcanzaba, las cuentas de la casa aumentaban y aumentaban y todo parecía irse al caño; hasta que el 12 de marzo de 1997, revisando el buzón, consiguió una carta con $100,000 en efectivo, no decía de quien era, ni tenía estampilla o algo por el estilo; sólo tenía una notita sin firma que decía: “POR LEON”.
Pasaron 2 años; pagar la hipoteca y cancelar deudas parecía un juego de niños, Nancy estaba viviendo la buena vida y el dinero jamás parecía acabarse, todos estaban felices... Leon ya podía caminar y hablar, era muy inteligente y juguetón. Todo iba bien hasta que en su cumpleaños número cuatro, el infante dijo algo que Nancy —no, un padre — menos esperaría oír de las dulces e inocentes palabras de sus hijos y que llegarían a cambiar sus vidas para siempre.
“Mamá, Dios hizo algo mal, soy una mujer”.
Como la mayoría de los padres reaccionarían, Nancy pensó que sólo sería una “fase”, pero no se detuvo. Leon atormentó a su madre por meses diciendo una y otra vez: “Soy mujer”, “Soy mujer”, “Soy mujer”. Hasta que, luego de 2 años, 6 meses y 17 días, Nancy llevó al niño con una psicóloga de confianza en el MaineGeneral Hospital, y le tomó otros 2 años para diagnosticar a Leon con Disforia de Género, una condición poco común que hace que, quien la sufra, sienta mayor identificación con el sexo contrario, Leon se sentía una mujer.
Leon comenzó entonces a dejarse crecer el pelo, usar vestidos, e incluso su madre empezó a llamarle por el nombre que realmente quería que le llamasen: Luna. El amor entre Luna (Leon) y Nancy era inquebrantable, Nancy siempre apoyó a su hija con sus problemas en la escuela y su ausencia absoluta de amistades, Luna se cambió de escuela varias veces, pero la noticia ya había pasado a ser un escándalo que rondaba por toda la ciudad, incluso Nancy fue despedida de su trabajo; la familia tuvo que mudarse a Portland.
Afortunadamente, en Portland, la transexualidad de Luna era un completo secreto, secreto que no podía ser descubierto a simple vista, Nancy consiguió empleo en el Mercy Hospital y aún quedaba mucho dinero sobrante de la misteriosa carta. Luna fue conocida y tratada como una mujer en el Chelsea Elementary School y logró hacer amigos; la esperanza parecía renacer en los Fitzgerald, y la relación entre Nancy y Luna se hizo aún más estrecha, algo más que uña y carne.
Fue a partir de los doce años que Luna empezó a hormonarse, a tomar estrógenos y otros distintos tipos de hormonas; empezaron a crecerle senos, cadera, y a reducírsele un poco la cintura, Luna jamás había estado más feliz en su vida, y Nancy en ningún momento dejó de apoyarla. Pasaron días, semanas, meses, años… Luna ya era toda una adolescente (dieciséis años) y no se notaba ningún carácter masculino en todo su cuerpo, ni siquiera en su voz, pero algo faltaba… Luna aún no era una mujer por completo; eran sus genitales, aún no encajaban en lo que ella tenía en mente, fue cuando madre hija acudieron una vez más a la carta anónima, al dinero que trajo consigo.
Luna viajó a Los Ángeles, California (Su madre tuvo que quedarse por su trabajo), para realizarse una cirugía de reasignación de sexo con una doctora reconocida mundialmente. Al principio estaba nerviosa, pero por millonésima vez, una imagen de ella misma siendo una mujer completa atormentaba su mente. Luna estaba decidida.
Su camilla había llegado al quirófano, y a pesar de estar anestesiada, Luna seguía de alguna forma consciente, como si estuviera presente espiritual, mas no físicamente. Vio desde fuera de su cuerpo cómo los doctores cogían unas herramientas que jamás había visto en su vida, y cómo cortaban la piel ya sangrante, lo que quedaba de Leon. El procedimiento tomó alrededor de cuatro horas, ya el deseo de Luna se había cumplido, ya era una mujer de cuerpo y de mente. Reposó en el Mercy Hospital un par de días, y luego salió al sol; renovada, renacida, completa…
Ya no había qué temer, qué esconder, ahora nada ni nadie podía impedir a Luna ser ella misma. Volvió a casa, abrazó a su madre y sus ojos estallaron de lágrimas, “gracias” fue todo lo que apenas pudo decir, miró la carta mientras seguía abrazada de su criadora, y cerró los ojos derramando más lágrimas; el abrazo duró más o menos veinte minutos.
Pasaron aún más años, Luna se graduó, incluso tuvo un novio, el cual la dejó al decirle que era transexual, fue algo doloroso, pero lo superó, ya no tenía miedo de ser pisoteada. Su hermoso, largo y ondulado cabello negro caía libremente hasta la mitad de su espalda, sus ojos azules eran puros y cristalinos como el agua, tenía una piel blanca y suave de algodón, y un cuerpo de reloj de arena 90 60 90, Luna era la más bella de su clase. Nancy era muy diferente a su hija: Tenía un rizado cabello pelirrojo que le llegaba hasta el cuello, unos gigantescos ojos verdes y una complexión un poco más corpulenta debido a su ligera obesidad.
Esta historia comienza cuando una ya adulta Luna de diecinueve años de edad regresa a Maine de unas vacaciones en Texas...
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Re: Silent Hill: Mausoleum
Capítulo 1: ¿Buscabas esto?
Desperté debido a la alarma, eran las nueve de la mañana, 17 de abril, todo marchaba bien. No me encontraba en casa, sino en la habitación 302 de un hotel no muy caro en San Antonio, Texas. Apagué la estruendosa contaminación sónica que producía la alarma de mi celular y me levanté de la cama, la luz solar no entraba del todo en la habitación debido a las persianas por lo cual aún estaba un poco atontada, pues el sol me ayudaba a despertarme por completo. Caminé descalza al baño el cual estaba muy pulcro y todo perfectamente en su lugar; hice mis necesidades, me cepillé los dientes, me di una rápida ducha con agua fría y fui a abrir mi clóset. Cogí unos vaqueros de color negro, una blusa marrón oscura de Chococat, y unos Converse negros con estampados de calaveras en ellos. Procedí a colocarme mi ropa interior Victoria’s Secret, a secarme y peinarme mi cabello naturalmente ondulado, a vestirme y finalmente maquillarme y rociarme un poco de perfume. Miré mi maleta vacía y pensé: “Qué fastidio es tener que hacer la maleta” y puse una mueca algo rara, a continuación, descolgué mi ropa con pereza para luego doblarla y colocarla en la maleta con aún más pereza. Pasó cerca de hora y media y ya todas mis pertenencias estaban listas para volver a Portland. Vi la hora y mi estómago rugió con todas sus fuerzas al ver que eran las diez y media, salí de mi habitación sin antes asegurarme que todo estaba en orden y que no había dejado nada por detrás, bajé por el ascensor y me dirigí a un buffet que se encontraba en la planta baja y que, afortunadamente, no estaba muy lleno y aún le sobraba comida a mares.
Cogí un plato y me serví mi desayuno perfecto: unos waffles con mucha miel y mantequilla, procedí a comer con rapidez, ya que mi vuelo salía a las dos de la tarde. Hice las transacciones finales en el Lobby y devolví mi llave, salí por la entrada principal y tomé un taxi, que me llevaría al San Antonio International Airport.
—Lléveme al aeropuerto, por favor— Dije mientras me sentaba en el asiento trasero del coche y sacaba mi teléfono para revisar mi Facebook, había recibido varias notificaciones, la mayoría chicos comentando mis fotos diciendo: “¡PERO QUÉ GUAPA ESTÁS!”; ignoraba esos comentarios, pues no buscaba una relación ni nada por el estilo, luego de que Phillip me rompiera el corazón, buscar una relación era lo último en mi lista de “Cosas por hacer”, ya lo había superado, pero no quería nada serio por el momento.
El taxista me miró por el retrovisor, seguramente me diría algo lindo para así romper el hielo.
—De acuerdo— Dijo con un tono neutro para luego pisar el acelerador. Me fijé en él: Le calculaba unos treinta años aproximadamente, era rubio y de ojos verdes, seguramente fue un casanova en su adolescencia, y lo debe seguir siendo. No pasó ni un minuto y el taxista volvió su mirada hacia mí a través del retrovisor. —Es usted muy linda, señorita, ¿Cómo se llama? — A veces pensaba que tenía un sexto sentido para predecir el futuro, ya que la mayoría de las veces acertaba.
—Mi nombre es Luna Fitzgerald, y gracias— Dice sonriendo por lo bajo.
—Yo me llamo James Morrison— Dijo regresando su vista al camino, cruzó a la derecha y tuvo que detenerse debido a un semáforo cuya luz roja se encontraba iluminada. —No parece ser de aquí, pues su acento no parece sureño, ¿De dónde es usted?
—Maine— Me limité a contestar, empezándome a sentir un poco incómoda, ya esto parecía interrogatorio.
—Oh, vive bastante lejos, ¿Y qué le pareció San Antonio? — La luz se había puesto en verde, y taxista, llamado James aceleró de nuevo y siguió derecho.
—Bueno, pues, el clima es bastante más caliente que allá en Maine— Reí. —Fui a Six Flags, y debo decir que fue una experiencia inolvidable, ¡Creo que logré montarme en casi todas las atracciones! — Reí aún más, recordando ese bochornoso momento en el que tropecé ante todo el mundo y me caí, suelo ser muy torpe.
James rió, y comenzó, como todo taxista, a relatarme de su vida, desde que tenía memoria hasta hoy, parecía no tener fin. Fingía que le seguía la conversación asintiendo todo el tiempo, pero la verdad es que no le estaba prestando ni la más mínima atención, no sé cómo hacen los taxistas para no dormirse relatando sus vidas una y otra vez, fijé mi vista en el taxímetro, que ya había acumulado ocho dólares.
Media hora después de la prácticamente biografía de James, llegamos finalmente al San Antonio International Airport, me salí del auto y el taxista bajó educadamente mi equipaje de la cajuela, saqué unos veinticinco dólares de mi bolso y se los dejé en la mano, me despedí de él y me deseó un feliz viaje y pronto regreso, como toda persona bien educada. Ya quedaba sólo yo, ante el inmenso aeropuerto, donde docenas de personas salían y entraban por la puerta principal.
Entré, e inmediatamente busqué mi aerolínea para registrar mis datos y así me dieran el boleto, caminé varios metros y casi al final del camino, encontré el puesto donde se encontraba American Airlines, seguido de una fila bastante larga, me di cuenta de que ese sitio se encontraba más oscuro, ya que al parecer uno de los focos se había fundido y aún no lo habían reemplazado por uno nuevo, me formé en la fila. Pasaron quince minutos y finalmente llegó mi turno, mostré mis datos personales y entregué mi maleta marca Jessica Simpson para que la pesaran, el muchacho que me atendía hizo unas cosas en la computadora, para luego darme mi boleto y etiquetar mi maleta.
Inesperadamente, me surgió un fuerte dolor de cabeza, cerré los ojos, y cinco segundos después los abrí, no sabía si estaba alucinando, pero juré que el aeropuerto se había vaciado instantáneamente, las luces seguían encendidas —excepto la que estaba dañada— y el puesto de American Airlines pasó a ser de un puesto pulcro y ordenado a uno inhóspito y que no habían ni siquiera tocado en veinte años, el metal estaba completamente oxidado y el logo de la aerolínea había cambiado, decía: "Silent Airlines", comencé a entrar en pánico por alguna razón, intenté cerrar los ojos con mucha fuerza por unos diez segundos y misteriosamente volví en sí, todo estaba como antes y mi dolor de cabeza había desaparecido.
—Eso fue extraño— Dije sin darme cuenta de que estaba pensando en voz alta.
—Disculpe, señorita, ya no tiene nada que hacer aquí, está haciendo esperar a los de la fila— Me dijo el muchacho que me había atendido
—Oh, perdone usted— Dije avergonzada y me alejé del puesto rápidamente.
El extraño acontecimiento seguía invadiendo mis pensamientos, hasta que me tocó hacer la fastidiosa parte en la que verifican tus boletos, registran tu equipaje de mano, pasas por el detector de metales y todas esas cosas, tardé aproximadamente media hora. Hasta que llegué a la parte donde se encontraban incontables puertas, por las que cada una esperaba un avión para llevarlos a diferentes partes del mundo, también habían varios kioscos de diferentes cosas: revistas, dulces, libros, etc.; baños públicos y muchas otras cosas que no podía identificar con la vista ya que se encontraban bastante lejos.
Compré unas revistas Seventeen para matar el tiempo y fui a buscar la puerta donde se encontraría mi vuelo a Portland —Según el boleto, el avión sería abordado por la puerta 44— Tenía que recorrer una muy larga distancia e inmediatamente mis piernas se reusaron—. Vi un baño de damas y a mi vejiga le empezaron a llegar las ganas de hacer de las suyas, me dirigí hacia él para hacer mis necesidades y, como cosa extraña, me esperaba nuevamente una fila. Esperé dos minutos fuera del baño para que finalmente pudiera entrar, raramente nadie más se había formado detrás de mí en la fila (pues, las filas en los baños públicos de mujeres normalmente nunca se acaban), pero no le di importancia; cerré la puerta del cubículo y dejé que mi organismo hiciera el resto.
Salí del cubículo y me miré al espejo, noté que tenía la nariz un poco grasosa así que abrí mi bolso para sacar mi estuche de maquillaje y así empolvármela. En cuanto volví mi mirada hacia el espejo, noté una sombra en lo profundo del cubículo, enfoqué mi vista en ella y visualicé a un niño de cuatro años aproximadamente pálido y bañado en sangre y múltiples laceraciones, como si se hubiera cortado la muñeca con un objeto afilado, pero no sólo ella, sino en todo su cuerpo.
No pude evitar lanzar un grito, el niño se quedaba mirándome fijamente vía el espejo, volteé y, para mi sorpresa, el niño había desaparecido. Pero en la pared del cubículo estaba escrito en lo que parecía ser sangre: “¿Buscabas esto?” y con una flecha apuntando hacia el retrete, me dirigí con todo mi cuerpo temblando hacia allá, y asomé la cabeza hacia adentro del retrete, había un trozo de papel arrugado, mojado y flotando, ¿era eso lo que estaba buscando?, Definitivamente no, ni siquiera sabía qué tenía escrito, aunque sólo había una manera de averiguarlo. Cerré los ojos y desvié la mirada, mientras metía mi mano en el retrete para sacar el papel, en el momento en que mis dedos entraron en contacto con el agua sentí mucho asco, como para lavarme las manos unas quinientas veces. Desdoblé el papel y sólo vi unas palabras que no lograba entender debido a que el agua había hecho que se corriera la tinta, habían unas de ellas que, aparentemente, estaban tachadas, sólo pude leer el logotipo del MaineGeneral Hospital, ¿qué demonios significaba esto y todo lo que anteriormente había pasado?
De repente, un nuevo dolor de cabeza —pero más fuerte— invadió mi cráneo, la jaqueca era tan intensa que me revolqué en el suelo gritando hasta que quedé inconsciente por el dolor.
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Re: Silent Hill: Mausoleum
Capítulo 2: E104
Desperté tirada en el suelo, mi vista estaba borrosa y no podía ver con claridad, sentí que no podía mover mi cuerpo y que la cabeza me daba un millón de vueltas. Intenté levantarme, y lo logré, seguía tambaleando debido a mi pérdida del equilibrio. Me tomó más de un minuto para recuperarme y poder ver y caminar con normalidad. Miré la hora, pero al parecer el reloj se había dañado, pues decía que eran las 88:88. Pasaron tres segundos para que me diera cuenta de que el baño en el que me había desmayado había cambiado drásticamente: los metales de las tuberías estaban extremadamente oxidados y una cantidad considerable de losas estaba despegada del suelo, el cual tenía manchas rojas por todas partes; el lavabo que estaba enfrente de mí en el momento que divisé al niño estaba abierto y chorreaba sangre a mares, y el cubículo del retrete en donde había cogido el papel estaba cerrado, como si alguien estuviera ocupándolo, sólo una lámpara que se encontraba en el centro de la habitación me daba un poco de luz.
Intenté salir del baño de damas pero la puerta estaba cerrada con llave, algo me decía que el cubículo escondía algo, toqué la puerta —Pues, no quería asomarme por debajo— y no hubo respuesta, toqué de nuevo… nada. Empecé a checar los otros dos cubículos que se encontraban uno a la izquierda y otro a la derecha del que estaba cerrado y un grito acompañado con lo que parecía haber sido un golpe hizo que el corazón se me subiera al cuello; chequé nuevamente el cubículo del medio y el candado se había destruido, abrí la puerta y se tumbó enfrente de mí debido a que la bisagra que la sostenía también se había roto.
El retrete tenía un líquido rojo en lugar de agua, y algo así como una fuerza misteriosa me hizo tirar de la cadena. El líquido, en lugar de haber sido tragado por la tubería, se desbordó —Al parecer el retrete estaba tapado— y en lugar de dirigirse hacia el drenaje que estaba en el centro del baño, se dirigió hacia el lavabo que chorreaba sangre; me acerqué a él y lo cerré, metí la mano —Nuevamente, sintiendo mucho asco— en el agua sangrienta, pero no encontré nada. Luego de secarme mi mano con mi ropa, no sabía qué hacer, hasta que vi que la tubería del lavabo antes mencionado tenía una gotera, al parecer estaba floja. Traté de remover con mis manos las tuercas oxidadas, lo cual logré con facilidad, y quité el tubo, haciendo que se derramara un chorro sangre en el piso y también un objeto metálico, lo tomé y vi que era una llave. Caminé de nuevo hacia la puerta y probé la llave en ella, abrió. Moví la perilla de la puerta con mucha lentitud, para luego empujarla hacia adelante, esto causó que rechinara espantosamente, dándome un escalofrío por la espalda que casi me hace perder el equilibro.
Afuera estaba completamente oscuro, no veía absolutamente nada, pero sí escuché unos pasos sobre un suelo metálico que asumí que pertenecían a mi imaginación. Pude ver una luz hacia la derecha, corrí hacia ella lo más rápido que pude y me di cuenta de que pisaba metal.
—Extraño— Dije mientras me dirigía hacia la luz con mucha rapidez, ya que recordé que el piso del aeropuerto estaba conformado por cerámicas. En fin, llegué hacia la luz y para mi sorpresa, me encontraba en el puesto de una aerolínea, y no precisamente de American Airlines, sino de Silent Airlines. Esta vez, el puesto estaba en perfecto estado, y las luces incandescentes casi me dejaban ciega por su brillo extremo. En la barra se encontraba una radio, un pequeño letrero con lo que parecía ser la historia de la aerolínea y una sudadera negra acompañada de una linterna de bolsillo y una nota que decía “LA NECESITARÁS”, reconocí la prenda ya que me pertenecía y recordaba haberla puesto en mi maleta. Tomé la sudadera y me la puse, agarré la linterna, la prendí y la guardé en el bolsillo delantero de mi sudadera; a continuación leí el letrero:
“Silent Airlines fue fundada por Robert Müller en 1971, con el único propósito de llevar a turistas interesados al hermoso y llamativo pueblo de Silent Hill, el primer vuelo, el A492, al pueblo que se encontraba en el estado de Maine fue un éxito, y generó muchos ingresos a la aerolínea, hoy en día, Silent Hill ha llegado ser uno de los principales centros turísticos de Estados Unidos y esta aerolínea es la única que lleva al famoso pueblo.”
¿Hoy en día?, ¿Cómo es que jamás había escuchado de ese pueblo?, examiné el letrero y lo volteé, vi que del otro lado había un papel pegado a él, lo arranqué cuidadosamente y leí su contenido:
“Pero no fue hasta un año después que un vuelo, el E104, desapareció con todo y pasajeros, lo cual generó tanta controversia que Silent Airlines quebró y tuvo que ser cerrada para siempre, ¡Ten cuidado!”
Después de haber leído la nota temblé del miedo, pues el vuelo que me llevaría a Portland era el E104, y no podía ser una mera coincidencia. Detrás del papel se encontraban unas letras impresas, y me di cuenta de que el papel se trataba de un boleto de avión, el vuelo E104 respectivamente, y que abordaba por la puerta 0 a las 88:88.
—¿Puerta 0?, ¿A las 88:88?— Dije, no existían cosas como tal, ¿Acaso me había vuelto loca?, vi mi reloj nuevamente y seguían siendo las 88:88, parecía como si el tiempo se hubiera detenido. Lo siguiente sí que me espantó: la radio en la barra empezó a producir estática, me acerqué hacia ella y moví el sintonizador para cambiar de estación pero no había ningún cambio; la estática se hacía cada vez más fuerte, hasta que al parecer había alcanzo su volumen máximo. Escuché un ruido detrás de mí, uno indescriptible, me di la vuelta y me quedé paralizada: Una especie de monstruo estaba a punto de atacarme, medía casi tres metros, tenía el cuerpo de una mujer pero su piel no parecía humana, tenía un vestido corto y unas botas altas, su rostro no tenía forma, y sus brazos parecían un par de sacos de boxeo que llegaban hasta el suelo. Una cuchilla salió de uno de sus brazos, la cual pude esquivar antes de que me apuñalara y me fui corriendo hacia el baño en busca del tubo que había dejado atrás.
- Para que se hagan una mejor idea:
Una vez más en el baño, logré calmarme y tomé el tubo rápidamente, me fijé que el piso se había inundado completamente de sangre y el lavabo seguía chorreando infinitamente. No sabía si irme a otra parte, o si regresar y enfrentar al monstruo, ya que me sentía con una gran desventaja.
Dos minutos después, me armé de valor, fui caminando lenta y sigilosamente hacia el puesto de Silent Airlines, con la linterna alumbrando, y allí estaba ese espantoso monstruo que, apenas le llegó un rayo de luz de la linterna, giró su cabeza hacia mí inmediatamente, la radio seguía produciendo estática. Entré nuevamente en shock, pero tres segundos después reaccioné y corrí hacia aquella abominación y empecé a pegarle a tubazos. Uno de sus gigantescos brazos me agarró desprevenida y me metió un golpe, derribándome al suelo. Logré recuperarme del impacto a tiempo y le atravesé el tubo por el pecho, derramándose su sangre encima de mi ropa, desenterré mi arma de su cuerpo y me aparté a un lado con mucho asco para que el monstruo cayera ante mí y terminara de desangrarse, cinco segundos después me di cuenta de que la estática que producía el aparato se había detenido.
—Así que esto es… como un detector de monstruos… me lo llevaré— Dije entre jadeos mientras tomaba la radio y la guardaba en el bolsillo derecho de mis pantalones.
Empecé a registrar la extensa área, y gracias a Dios la radio no había producido estática aún. Logré visualizar con mi linterna un pequeño cartel que contenía un mapa del aeropuerto. Rompí el vidrio con el tubo y cuidadosamente saqué el mapa del cartel.
El aeropuerto era de dos pisos, y era extremadamente grande. Se encontraban las puertas del 1 al 60, pero nada que decía de la puerta 0, quizá si voy a la puerta 1 encontraría pistas, así que saqué un bolígrafo de tinta roja que tenía en mi bolso y encerré en un círculo la puerta número 1, ahora dependía del mapa y de mi —no muy desarrollado— sentido de la orientación.
La radio comenzó a producir estática nuevamente y comencé a mirar por todos lados, y una vez más, uno de esos monstruos gigantescos con cuerpo de mujer se acercaba hacia mí, preparé mi arma para atacar. El monstruo intentó apuñalarme pero esquivé el ataque, a continuación golpeé con el tubo a la criatura, cuyo golpe impactó en su cabeza, cayó y golpeé múltiples veces su pecho, hasta que la criatura dejó de moverse. De repente sentí un dolor en mi hombre y vi que no había esquivado su ataque por completo, pues tenía una herida no muy profunda en él, saqué el mapa y busqué una enfermería, y afortunadamente no estaba muy lejos de mi posición actual.
La puerta de la enfermería estaba abierta, y la habitación estaba horrible como el resto del lugar: sangre esparcida por todos lados, losas salidas del suelo y el metal oxidado. Comencé a abrir todas las gavetas en busca de alguna medicina o cualquier otra cosa que me fuera de utilidad; conseguí dos botiquines y dos ampollas, usé uno de los botiquines en mi hombro para detener la hemorragia y cubrir la herida. Se senté en el suelo y comencé a llorar, ya no me importaba si esto era una alucinación o alguna clase de pesadilla, todo se sentía demasiado real; empecé a recordar momentos de infancia, como cuando jugaba Scrabble con mi mamá, y siempre le ganaba, aunque yo sabía que me dejaba ganar, no podía evitar sonreír.
“Te amo, mi pequeña Luna”
Escuché por el parlante del aeropuerto, y mis ojos se abrieron por completo, sabía que no lo estaba pensando, pues pude escuchar el eco de la voz que sonaba exactamente igual a la de mi madre.
“¡No te rindas!”
Sea lo que haya sido eso, tenía razón, no iba a dejar que esta pesadilla, dimensión alterna o lo que fuese me derrotara, he luchado bastante durante toda mi vida y esta no sería la excepción. Saqué nuevamente el mapa y busqué la puerta 1, salí de la enfermería y me aventuré una vez más en el aeropuerto. La estática de la radio no dejaba de atormentarme, había evadido ya muchos monstruos ya que no valía la pena gastar tanta energía para exterminarlos a menos que fuera necesario, pues descubrí que mientras no me acercara a ellos, no me harían daño. Llegué a la puerta 1 y no encontré nada, sólo había un ascensor que extrañamente estaba funcionando. Me dirigí hacia él y apreté el botón, las puertas del ascensor se abrieron ante mí y me metí dentro de él, las puertas se cerraron de repente; enfoqué mi mirada en los botones, y me fijé que no había un botón para el segundo piso.
—Qué raro— Me dije a mí misma, mi pulso comenzó a acelerarse cuando vi que había un botón para el sótano, pues según las películas de terror, los sótanos nunca traían nada bueno, pero si quería salir de aquí no tenía otra alternativa. Presioné con di dedo temblante el botón del sótano y no ocurrió nada, hasta que diez segundos después el ascensor comenzó a caer bruscamente, como si se hubieran cortado los cables que lo sostenían.
Grité con todas mis fuerzas y me agarré de las paredes oxidadas, sentí que había descendido ya más de cien metros bajo tierra, hasta que la máquina se detuvo agresivamente, haciendo que me diera un golpe en la cabeza con la pared. Las puertas se abrieron otra vez y enfrente de mí estaba un pasillo extremadamente oscuro, tanto que mi linterna no alumbraba casi nada. La adrenalina dentro de mí me armó de valor y empecé a caminar por el estrecho pasillo lleno de sangre, empecé a ver un poco de claridad al final del pasillo y fui corriendo hacia allá, hasta que una silueta humana se interpuso. Me di cuenta de que era el mismo niño ensangrentado que me había encontrado en el baño.
—Corre— Me dijo señalando hacia delante de mí, la puerta 0.
—¿Quién eres?— Pregunté muy confundida.
—¡CORRE!— Gritó con mucha fuerza obligando al miedo dentro de mí a que corriera, la estática de la radio se hizo presente pero esta vez muy intensamente, vi hacia atrás mientras corría y noté que una decena de esos monstruos altos con cuerpo de mujer me perseguía, la adrenalina hizo que corriera como nunca antes había corrido, pasé por la puerta 0 y adelante me esperaba otro pasillo, que parecía ser interminable. Dos minutos después, el pasillo aún no se había acabado y el grupo de monstruos estaba cada vez más cerca de mí ya que me estaba cansando, corrí y corrí hasta chocar con una pared, ¿Acaso estaba acorralada?, me pegué a la pared y vi que las criaturas estaban a menos de dos metros de mí, tanteé con mi mano la pared y sentí una perilla, era una puerta. La abrí y me caí al suelo, estaba afuera del baño de mujeres del aeropuerto, el cual estaba completamente normal, no había sangre, metales oxidados, monstruos, nada, miré hacia detrás de la puerta por la que había salido y estaba el baño de mujeres impecable, ¿Todo había sido algún tipo de pesadilla?, vi que aún tenía la sudadera, al igual que la linterna, la radio y el boleto a Silent Hill.
—Fue real— Susurré traumatizada, caminé temblando por todo el aeropuerto hasta llegar a la puerta 44, la cual había empezado a abordar.
Una vez en el avión me sentí un poco más tranquila, ya que me iría de una vez por todas del aeropuerto, mi mente comenzó a calmarse de la horrible experiencia que tuve, saqué una de las revistas Seventeen que había comprado y comencé a leerla. Una voz masculina sonó por el parlante:
“Buenos días, pasajeros, American Airlines les da una cordial bienvenida al vuelo E104, con destino a Silent Hill…”
¿Acaso había dicho Silent Hill?, ¿u oí mal?
—Disculpe— Le dije a un hombre mayor que tenía a mi lado —¿A dónde dijo que se dirigía este vuelo?—.
—A Portland, señorita—.
—Gracias— Me limité a decir.
Mi mente estaba agotada, quizá estaba oyendo cosas. Las pantallas de televisión en el pasillo del avión se encendieron y mostraron a los pasajeros las instrucciones de seguridad, continué leyendo la revista hasta que el avión despegó, el vuelo tardaría un buen tiempo.
Horas después, mi cansada mente me obligó a cerrar mis ojos y dormir, sentí que habían pasado diez minutos cuando una extremadamente agresiva turbulencia me despertó. Las máscaras de oxígeno cayeron, haciendo que entrara en pánico, y más con los escandalosos llantos de los bebés.
Asustada, saqué el teléfono y lo encendí, al diablo con las reglas del avión, tenía que llamar a mamá.
—¿Aló, Luna?, ¿Ya aterrizó tu avión?— Contestó mamá por el teléfono.
—¡Te amo mamá!, ¡No lo olvides!— Exclamé con lágrimas en mis ojos al sentir que el avión caía en picada.
—¿Hija?, ¡¿qué me quieres decir?!— Respondió mi madre llorando, al parecer había escuchado los gritos de los demás pasajeros y el estruendoso ruido que hacía la caída del avión.
—¡Te amo!— Las lágrimas y el pánico no me dejaban decir nada más.
—¡Yo también te amo, hija mía!— Respondió mamá, su llanto se escuchó por el teléfono.
Colgué, me coloqué la máscara de oxígeno y me preparé para la peor parte, cerré mis ojos con mucha fuerza y esperé a que el avión impactara contra el suelo.
Yuni- Dedicado
-
Atributos
Salud:
(1000/1000)
Nivel:
(1/1)
Stats:
Re: Silent Hill: Mausoleum
Disculpen la tardanza, aquí el tercer capítulo listo para ser leído :3
No pasaron ni diez segundos para que mis oídos lograran escuchar cómo el avión impactaba contra el suelo, acompañado de los gritos de los pasajeros excepto el mío. De alguna forma sabía que esto ocurriría, al no haber aceptado el cuerpo que Dios me dio, se encargó de que éste fuera mi castigo: morir de una manera sádica, donde probablemente mi cuerpo violado y modificado por el escalpelo jamás sea encontrado y así no pueda descansar en paz, con mi alma deambulando por la Tierra buscando tranquilidad, cosa que jamás se daría.
A pesar de que había cerrado mis ojos con mucha brutalidad, haciendo que mi campo visual fuera nada más y nada menos que el negro absoluto, un destello blanco invadió la imagen que mis globos oculares proyectaban a mi cerebro, comencé a sentir paz y tranquilidad y cómo mi alma se desprendía de mi cuerpo, ¿De veras éste sería el fin de mi corta vida?
Abrí los ojos y descubrí que estaba rodeada únicamente de un blanco puro, me di cuenta de que una silueta se formó a unos diez metros de mi posición, descubrí que podía moverme, avancé hacia la silueta que poco a poco empezaba a tomar la forma de una lápida; un mal presentimiento recorría mi mente. Ya estando lo suficientemente cerca, procedí a bajar mi vista y leer el contenido que tenía grabado la tumba; todos los pelos en mi cuerpo se levantaron como espinas de un puercoespín al sentirse amenazado al visualizar mi nombre en ella y unas rosas blancas en el suelo que lo acompañaban, mis favoritas.
Súbitamente todo se volvió de negro una vez más, y los pétalos de la planta empezaron a marchitarse uno a uno hasta volverse tan negros como la noche, el suelo enfrente de mí comenzó a agrietarse hasta que se formó un hoyo de un tamaño considerable, ¿Era ésta mi entrada al infierno? Unas manos pálidas y esqueléticas con las uñas mugrientas y largas salieron del agujero que se había formado misteriosamente, parecía que querían subir; el cuerpo del que ellas provenían comenzó a subir lentamente, era una chica, cuyo cabello largo y negro cubría completamente su rostro. Una vez de pie, me di cuenta de que tenía exactamente la misma altura que yo, y que vestíamos también las mismas prendas, sólo que las suyas estaban llenas de lodo y sangre.
Era yo.
Levantó su vista hacia mí, descubriendo su rostro, el cual estaba lleno de cortadas y con los ojos completamente abiertos, el iris en ellos era rojo y su mirada era como si te apuñalara el alma miles de veces. No podía moverme, no sabía por qué, pero no podía hacerlo; levantó su brazo, apuntando con su dedo hacia detrás de mí, quería que volteara, y, con mucho esfuerzo, lo hice.
Una criatura cuyo cuerpo era similar al de un hombre fornido con el torso desnudo, con una manta amarillenta manchada en sangre que cubría la parte inferior de su cuerpo, y un gigantesco casco puntiagudo y metálico con forma de pirámide que protegía su cabeza estaba en frente de mí, y a pesar de que no podía ver sus ojos, sabía que me estaba mirando y no con una buena cara. Alzó la gigantesca espada que tenía en sus manos, mis gritos fueron tan fuertes que ensordecieron mis propios oídos, y sentí cómo el filo de su arma atravesaba mi carne, desde mi pecho hasta mi vientre, caí lentamente al suelo y vi cómo mi Doppelgänger me deslumbraba con una sonrisa sádica y horripilante, después de eso sólo podía ver el rojo de mi sangre, esparcida por todas partes.
Todo se había vuelto negro de nuevo.
…
…
Una suave y sutil brisa me despertó, ¿Qué era esto?, ¿El cielo?, ¿El infierno?, ¿Algún otro mundo desconocido?, ¿O fue todo una alucinación de nuevo?, sólo había una forma de confirmar alguna de esas hipótesis y era abriendo los ojos. Unos árboles y el cielo gris lleno de nubes grises formaban parte de mi campo visual.
Me levanté temblante, me dolía la cabeza, estaba pálida, como si no hubiera comido en días. Un espeso bosque me rodeaba, sin mencionar los centenares de tumbas, ¿Estaba en un cementerio?; ahora todo se había vuelto mucho más confuso. Vi mi ropa, y estaba en perfecto estado, ¿Qué había sido eso?, ¿Cómo llegué aquí?
Saqué mi celular e, inesperadamente, había cobertura; proseguía a llamar a mi madre, marqué los números con dificultad mientras mis ojos se aguaban de lágrimas.
—¿Aló?— Dijo mi mamá.
—¿Mamá?— Respondí con cierta desesperación.
—¿Hay alguien ahí?, ¿Hola? — Una terrible estática opacó la voz de mi mamá, y luego la llamada se cortó. Intenté llamar de nuevo pero fue inútil.
.Empecé a explorar el panteón, una densa niebla me impedía ver con claridad, logré escuchar una risita infantil, una risita que luego empezó a llamarme diciendo:
—¡Ven, Luna!
La voz sonaba familiar, pero no podía descubrir el porqué me sonaba tan conocida, decidí seguirla.
—¡Vamos, apresúrate! — Seguía diciendo la dulce y relajante voz, seguida de un eco, empecé a correr y vi una sombra delante de mí que también estaba corriendo, el sonido parecía provenir de ella.
El infante continuaba riéndose, y riéndose, hasta que calló y lo perdí de vista, miré a mi alrededor y un Mausoleo tan grande como una mansión y sólido como una roca deslumbró mi mirada.
—¡Boo! — Intentó asustarme el infante que repentinamente apareció detrás de mí, y vergonzosamente lo logró.
—¡Ahhhh! — No pude contenerme y solté un grito, había pasado ya por cosas inexplicables y me encontraba emocionalmente inestable.
El infante, que resultó ser un niño, soltó una carcajada y no pudo evitar mofarse de mí y hacerme muecas groseras, pero que para él eran graciosas y divertidas.
—¿Quién… eres? — Pregunté extrañada, no me llevaba muy bien con los niños, así que no tenía idea de cómo tratarlos.
—¡Soy Noel!,— Exclamó el niño extasiado, —¿Y tú? — Preguntó con inocencia.
—Soy Lu--— Una imagen en mi cabeza me interrumpió, era la del niño sangriento que me encontré en el baño del aeropuerto, comparé a Noel con mi recuerdo y surgió un escalofrío por mi espalda que casi me hacía caer; ¡El niño del aeropuerto era él!, sólo que estaba impecable y ni una herida estaba presente en su piel. Esta vez visualicé cuidadosamente su vestimenta: Llevaba un traje negro muy elegante, con un par de bermudas abombadas que llegaban hasta sus rodillas, tenía unas medias blancas largas que cubrían sus piernas enteras, y también unos zapatos negros de charol con alzas con una pequeña correílla en cada uno de ellos.
—¿Lu?, ¡Qué nombre tan extraño! — Dijo mientras continuaba bufándose.
—Luna, perdón— Respondí, seguido de un suspiro. Seguía mirando a Noel como el niño sangriento del aeropuerto, ¿Cómo podían ser la misma persona? Recordé el papel del MaineGeneral Hospital, ¿Por qué buscaba eso?, ¿Qué significaba toda esta insanidad?
»¿Dónde estamos?, ¿Y qué es eso de allá? — Pregunté, a la vez que señalaba el Mausoleo tan enorme, aquél que parecía una mansión.
—Eso es un secreto— Respondió con una mirada burlona. Un ruido que sonaba muy similar a la escandalosas alarma en las prisiones que era activada cuando un criminal escapaba invadió todo el lugar —,¡Adiós! — Dijo Noel, mientras se iba corriendo y se perdía en la niebla.
—¡Espera!— Traté de seguirlo, pero lo perdí de vista; el cielo se oscureció en un par de segundos, lo que me obligó a encender mi linterna, la cual hacía un esfuerzo patético para iluminar ya que la oscuridad era tan intensa que prácticamente la hacía inútil. El ambiente y la atmósfera se habían vuelto muy similares a aquella vez en el aeropuerto, lo que hizo que me dieran ganas de llorar.
Empecé a correr a la deriva, ya que quedarme quieta no era una opción, pues, si estaba ocurriendo exactamente lo mismo que había ocurrido en el aeropuerto, más de esos horribles monstruos estarían rondando. Llegué a la entrada del cementerio, la cual tenía una reja que rechinaba estruendosamente y con el nombre del lugar arriba, al parecer se llamaba “Gillespie Cemetary”. El nombre no me sonaba así que continué corriendo, llegué a la esquina de la calle “Matthews Street”, según los letreros.
Mientras seguía corriendo, encontré un cadáver en medio de la calle acompañado de una silla de ruedas dañada, parecía quemado; tenía un papel en su mano derecha, logré armarme de valor y me acerqué lentamente hacia el cuerpo, tomé el papel y, afortunadamente, no sucedió nada fuera de lo normal. Procedí a ver el contenido del papel.
Era un mapa, y no cualquier mapa.
Era un mapa de Silent Hill.
“¡¿Silent Hill?!” Pensé, mientras el corazón parecía habérseme subido al cuello, ¿De verdad estaba en Silent Hill?.
Vi cuidadosamente el mapa y me di cuenta de que había un lugar en específico resaltado con un marcador rojo que lo rodeaba acompañado de un texto, era el mismo cementerio por el que había salido y el texto decía “IR AL MAUSOLEO”. Mi radio comenzó a producir estática, y recordé que estaba desarmada, así que me adentré nuevamente en el cementerio.
Una vez, de nuevo en el cementerio, corrí con todas mis fuerzas hacia el Mausoleo cuando vi que un grupo de criaturas esqueléticas, sin rostros y sin brazos me perseguía, tropecé por un momento pero no me caí, los monstruos empezaron a alcanzarme. Parecía que todo el lugar hubiera cambiado, pero la oscuridad que me impedía orientarme correctamente.
Uno de los monstruos empezó a vomitar, derramando un líquido que despedía un hedor como ningún otro, se podía escuchar cómo el suelo con el que había entrado en contacto el vómito se disolvía, pues la sustancia era extremadamente ácida. Logré divisar una luz a lo largo del cementerio, parecía provenir de un edificio, probablemente el Mausoleo. Me eché a correr hacia la luz, mientras los monstruos por detrás me perseguían mientras vomitaban.
Unas voces comenzaron a resonar a mi alrededor.
“¿Estás lista para el dolor que tu decisión traerá contigo?”
En seguida reconocí la voz que me hablaba, era la de mi madre. Comencé a recordar la conversación en la que se encontraba dicho parlamento.
“—Está consciente de que yo siempre te apoyaré y amaré, pero también está consciente de que el resto del mundo quizá no pensará lo mismo que yo, ¿Estás lista para el dolor que tu decisión traerá contigo?
—Estoy lista, mamá. No tengo miedo de nada ni de nadie.
—Mi pequeña Luna…—”
Qué irónico, en este momento estaba más aterrada que nunca.
Me acercaba cada vez más al Mausoleo mientras unas lágrimas se escapaban de mis ojos, ese fue el día antes de mi operación en California, en día antes de mi transformación permanente en Luna Fitzgerald, el día que el pasado que vivía atormentándome aún en el presente y me seguiría atormentando en el futuro, no sería nada más que un sucio y vil recuerdo…
Observé las puertas del Mausoleo abrirse ante mí, ¿Acaso esperaba mi llegada?, me adentré en el edificio y las puertas volvieron a cerrarse, impidiendo así la entrada de mis perseguidores. El lugar no se veía tan mal como afuera, es como si la oscuridad no hubiera penetrado en él. Delante de mí, el camino de piedra decorado con una roja alfombra se dividía en tres largos pasillos: uno a la derecha, otro a la izquierda, y otro más hacia adelante. Unas pequeñas y lúgubres lámparas, cuya luz intermitía incesantemente, eran la única fuente de iluminación además de mi linterna. Las paredes de piedra, se encontraban agrietadas, pero aun así, permanecían densas y sólidas; la estatua finamente hecha de piedra de un ángel se encontraba en el centro de la división de los caminos, y a pesar de su serena mirada, parecía triste; más abajo se encontraba grabado en la estatua “Gillespie Mausoleum”. La puerta que se encontraba al final de pasillo de enfrente estaba cerrada, al igual que la que se encontraba al final del pasillo a mi izquierda; en cambio, la puerta del pasillo a mi derecha se encontraba abierta y decidí entrar por allí.
Un par de estantes de piedra con una cantidad considerable de ataúdes de caoba negros rodeaban el lugar, y otra puerta más adelante me impedía ver más allá. Me dirigí hacia ella e intenté girar la perilla, pero no giraba, estaba cerrada. Había una pequeña nota en el suelo, la recogí.
“Aquellos que deseen continuar por el sendero de la muerte, han primero de encontrar los huesos protegidos en el cofre del Diablo.”
¿Cofre del Diablo?, presté atención a las ataúdes y vi que todas estaban enumeradas, de seguro dentro de una de ellas se encontraba la llave que abría la puerta, pero ¿A qué se refería con el Cofre del Diablo?
Empecé por el ataúd número 001, pero no tenía nada adentro más que un viejo y polvoriento esqueleto adulto, procedí a investigar en el ataúd número 002, pero tampoco nada. Hice todo este procedimiento hasta llegar al número 024, ya no había más ataúdes por revisar, cabe destacar que en el número 012 encontré un cuchillo.
Al menos tenía un arma para lo que me esperaba afuera, por más insignificante que sea, me iba a ir de la habitación cuando me di cuenta que una de las baldosas de piedra que había pisado estaba floja, ¿Podría ser…?
Probé con remover la baldosa con ayuda del cuchillo que había encontrado, y, predeciblemente, debajo había tierra, pero estaba algo amontonada, como si algo se hubiera enterrado.
Utilicé mis manos para excavar arduamente; fue al haber excavado medio metro que sentí algo robusto con mis dedos, era otro ataúd, con los números 666, ya veo a qué se refería con eso del “Cofre del Diablo”.
Procedí a abrirlo y en él se encontraba un cadáver a media descomposición con sus frías manos en el pecho cubierto de un elegante traje de gala; y con una rosa cuyas espinas se hallaban enterradas en los putrefactos dedos del cuerpo.
Revisé con disgustos los bolsillos de sus pantalones pero no había nada, estaba segura de que la llave se encontraba aquí pero, ¿dónde?
Divisé los bolsillos de su chaleco y los revisé, encontré una nota que decía: “Ya comí”. Este acertijo me dejaba cada vez más confundida e incómoda. Su abdomen empezó a sangrar misteriosamente. Desabotoné sus prendas hasta ver que la hemorragia salía precisamente del cadáver, pero no había ninguna herida visible de donde pudiera provenir; sin embargo, la sangre estaba exactamente encima de su estómago.
—Así que con eso te refieres con el “Ya comí”, qué asco. — Dije mientras miré el cuchillo para luego acercarlo hacia su piel pálida y cadavérica. Comencé a cortarle el abdomen sintiendo mucha grima, y después de un parpadeo vi que la habitación entera había cambiado, me encontraba en una sala de operaciones y el cadáver que estaba enfrente de mí se había convertido en el mío, al igual que mi arma se había convertido en un bisturí, mi cadáver tenía sus partes íntimas expuestas, aún eran aquellas partes íntimas con las que había nacido…
Estaba en el momento en el que tuve la cirugía.
A pesar de los anestésicos, estaba consciente, pero no sentía dolor, y tampoco podía mover mi cuerpo. Era una sensación extraña. Volví a cerrar mis ojos con mucha fuerza y regresé de nuevo a la habitación de los ataúdes del Gillespie Mausoleum, ya había terminado de abrir la piel del cuerpo, al igual que su estómago, dentro de él se encontraba la llave intacta.
¿Qué era este lugar?, ¿Y por qué me seguía torturando con mi pasado?
Cogí la llave y me dirigí de nuevo hacia la puerta cerrada, introduciendo el objeto en la cerradura y luego, con un poco de inseguridad, girarlo. La puerta se había abierto, lancé un suspiro para luego abrirla.
Era una habitación espaciosa, con libreros cubriendo las paredes, y una mecedora con alguien sentado en ella ubicada en el centro de la habitación, ¿Qué no era esto un Mausoleo?, ¿Qué hace una habitación como esta en un lugar como este?
La persona se levantó de la mecedora, y se volteó hacia mí. Era una anciana pálida con el cabello blanco como la nieve, vestida todo de negro.
—¿Quién es usted? — Pregunté extrañada.
La anciana no dijo nada, hasta que después de unos segundos, respondió:
—Adelaide, Adelaide Gillespie— Dijo con tranquilidad y afabilidad.
—¿Qué es esto?, ¿Dónde estamos?
—Estamos en Silent Hill, ¿Acaso no lo sabía usted?
—Lo sé, pero… Este lugar… no es normal.
—… No, no lo es. Usted ha sido llamada por una razón
—¿Pero qué razón podría ser esa? — Dije con desesperación
—La respuesta, Luna, está aquí, está afuera, está en todas partes…— Respondió Adelaide, dejándome más confundida aún, ¿Cómo demonios sabía mi nombre? —Tengo un favor que quisiera que hicieras por mí.
¿Un favor?, ¿Qué clase de favor podría esperar de una anciana a la cual acabo de conocer?
—¿Cúal? — Pregunté.
—Necesito que busques algo que perdí en la Iglesia, ya sabrás lo que es cuando lo encuentres, si logras hacer esto por mí, te contaré más sobre este lugar.
La verdad es que necesitaba respuestas, y ella me las podía dar, pero… ¿Salir allá afuera a buscar quién sabe qué cosa que no tiene ninguna importancia para mí? No me parecía buena idea. Sin embargo, no tenía otra opción, necesitaba salir de aquí, necesitaba saber por qué llegué aquí.
—De acuerdo, lo haré— Respondí decidida, tenía mucho miedo de salir afuera una vez más pero el miedo de no ver jamás a mi madre era mucho mayor. Adelaide sonrió.
Prometo más tarde publicar una imagen del mapa del pueblo para que se guíen y no se pierdan xD
Capítulo 3: El Ángel de Piedra
No pasaron ni diez segundos para que mis oídos lograran escuchar cómo el avión impactaba contra el suelo, acompañado de los gritos de los pasajeros excepto el mío. De alguna forma sabía que esto ocurriría, al no haber aceptado el cuerpo que Dios me dio, se encargó de que éste fuera mi castigo: morir de una manera sádica, donde probablemente mi cuerpo violado y modificado por el escalpelo jamás sea encontrado y así no pueda descansar en paz, con mi alma deambulando por la Tierra buscando tranquilidad, cosa que jamás se daría.
A pesar de que había cerrado mis ojos con mucha brutalidad, haciendo que mi campo visual fuera nada más y nada menos que el negro absoluto, un destello blanco invadió la imagen que mis globos oculares proyectaban a mi cerebro, comencé a sentir paz y tranquilidad y cómo mi alma se desprendía de mi cuerpo, ¿De veras éste sería el fin de mi corta vida?
Abrí los ojos y descubrí que estaba rodeada únicamente de un blanco puro, me di cuenta de que una silueta se formó a unos diez metros de mi posición, descubrí que podía moverme, avancé hacia la silueta que poco a poco empezaba a tomar la forma de una lápida; un mal presentimiento recorría mi mente. Ya estando lo suficientemente cerca, procedí a bajar mi vista y leer el contenido que tenía grabado la tumba; todos los pelos en mi cuerpo se levantaron como espinas de un puercoespín al sentirse amenazado al visualizar mi nombre en ella y unas rosas blancas en el suelo que lo acompañaban, mis favoritas.
Súbitamente todo se volvió de negro una vez más, y los pétalos de la planta empezaron a marchitarse uno a uno hasta volverse tan negros como la noche, el suelo enfrente de mí comenzó a agrietarse hasta que se formó un hoyo de un tamaño considerable, ¿Era ésta mi entrada al infierno? Unas manos pálidas y esqueléticas con las uñas mugrientas y largas salieron del agujero que se había formado misteriosamente, parecía que querían subir; el cuerpo del que ellas provenían comenzó a subir lentamente, era una chica, cuyo cabello largo y negro cubría completamente su rostro. Una vez de pie, me di cuenta de que tenía exactamente la misma altura que yo, y que vestíamos también las mismas prendas, sólo que las suyas estaban llenas de lodo y sangre.
Era yo.
Levantó su vista hacia mí, descubriendo su rostro, el cual estaba lleno de cortadas y con los ojos completamente abiertos, el iris en ellos era rojo y su mirada era como si te apuñalara el alma miles de veces. No podía moverme, no sabía por qué, pero no podía hacerlo; levantó su brazo, apuntando con su dedo hacia detrás de mí, quería que volteara, y, con mucho esfuerzo, lo hice.
- Pyramid Head ^-^:
Una criatura cuyo cuerpo era similar al de un hombre fornido con el torso desnudo, con una manta amarillenta manchada en sangre que cubría la parte inferior de su cuerpo, y un gigantesco casco puntiagudo y metálico con forma de pirámide que protegía su cabeza estaba en frente de mí, y a pesar de que no podía ver sus ojos, sabía que me estaba mirando y no con una buena cara. Alzó la gigantesca espada que tenía en sus manos, mis gritos fueron tan fuertes que ensordecieron mis propios oídos, y sentí cómo el filo de su arma atravesaba mi carne, desde mi pecho hasta mi vientre, caí lentamente al suelo y vi cómo mi Doppelgänger me deslumbraba con una sonrisa sádica y horripilante, después de eso sólo podía ver el rojo de mi sangre, esparcida por todas partes.
Todo se había vuelto negro de nuevo.
…
…
Una suave y sutil brisa me despertó, ¿Qué era esto?, ¿El cielo?, ¿El infierno?, ¿Algún otro mundo desconocido?, ¿O fue todo una alucinación de nuevo?, sólo había una forma de confirmar alguna de esas hipótesis y era abriendo los ojos. Unos árboles y el cielo gris lleno de nubes grises formaban parte de mi campo visual.
Me levanté temblante, me dolía la cabeza, estaba pálida, como si no hubiera comido en días. Un espeso bosque me rodeaba, sin mencionar los centenares de tumbas, ¿Estaba en un cementerio?; ahora todo se había vuelto mucho más confuso. Vi mi ropa, y estaba en perfecto estado, ¿Qué había sido eso?, ¿Cómo llegué aquí?
Saqué mi celular e, inesperadamente, había cobertura; proseguía a llamar a mi madre, marqué los números con dificultad mientras mis ojos se aguaban de lágrimas.
—¿Aló?— Dijo mi mamá.
—¿Mamá?— Respondí con cierta desesperación.
—¿Hay alguien ahí?, ¿Hola? — Una terrible estática opacó la voz de mi mamá, y luego la llamada se cortó. Intenté llamar de nuevo pero fue inútil.
.Empecé a explorar el panteón, una densa niebla me impedía ver con claridad, logré escuchar una risita infantil, una risita que luego empezó a llamarme diciendo:
—¡Ven, Luna!
La voz sonaba familiar, pero no podía descubrir el porqué me sonaba tan conocida, decidí seguirla.
—¡Vamos, apresúrate! — Seguía diciendo la dulce y relajante voz, seguida de un eco, empecé a correr y vi una sombra delante de mí que también estaba corriendo, el sonido parecía provenir de ella.
El infante continuaba riéndose, y riéndose, hasta que calló y lo perdí de vista, miré a mi alrededor y un Mausoleo tan grande como una mansión y sólido como una roca deslumbró mi mirada.
—¡Boo! — Intentó asustarme el infante que repentinamente apareció detrás de mí, y vergonzosamente lo logró.
—¡Ahhhh! — No pude contenerme y solté un grito, había pasado ya por cosas inexplicables y me encontraba emocionalmente inestable.
El infante, que resultó ser un niño, soltó una carcajada y no pudo evitar mofarse de mí y hacerme muecas groseras, pero que para él eran graciosas y divertidas.
—¿Quién… eres? — Pregunté extrañada, no me llevaba muy bien con los niños, así que no tenía idea de cómo tratarlos.
—¡Soy Noel!,— Exclamó el niño extasiado, —¿Y tú? — Preguntó con inocencia.
—Soy Lu--— Una imagen en mi cabeza me interrumpió, era la del niño sangriento que me encontré en el baño del aeropuerto, comparé a Noel con mi recuerdo y surgió un escalofrío por mi espalda que casi me hacía caer; ¡El niño del aeropuerto era él!, sólo que estaba impecable y ni una herida estaba presente en su piel. Esta vez visualicé cuidadosamente su vestimenta: Llevaba un traje negro muy elegante, con un par de bermudas abombadas que llegaban hasta sus rodillas, tenía unas medias blancas largas que cubrían sus piernas enteras, y también unos zapatos negros de charol con alzas con una pequeña correílla en cada uno de ellos.
—¿Lu?, ¡Qué nombre tan extraño! — Dijo mientras continuaba bufándose.
—Luna, perdón— Respondí, seguido de un suspiro. Seguía mirando a Noel como el niño sangriento del aeropuerto, ¿Cómo podían ser la misma persona? Recordé el papel del MaineGeneral Hospital, ¿Por qué buscaba eso?, ¿Qué significaba toda esta insanidad?
»¿Dónde estamos?, ¿Y qué es eso de allá? — Pregunté, a la vez que señalaba el Mausoleo tan enorme, aquél que parecía una mansión.
—Eso es un secreto— Respondió con una mirada burlona. Un ruido que sonaba muy similar a la escandalosas alarma en las prisiones que era activada cuando un criminal escapaba invadió todo el lugar —,¡Adiós! — Dijo Noel, mientras se iba corriendo y se perdía en la niebla.
—¡Espera!— Traté de seguirlo, pero lo perdí de vista; el cielo se oscureció en un par de segundos, lo que me obligó a encender mi linterna, la cual hacía un esfuerzo patético para iluminar ya que la oscuridad era tan intensa que prácticamente la hacía inútil. El ambiente y la atmósfera se habían vuelto muy similares a aquella vez en el aeropuerto, lo que hizo que me dieran ganas de llorar.
Empecé a correr a la deriva, ya que quedarme quieta no era una opción, pues, si estaba ocurriendo exactamente lo mismo que había ocurrido en el aeropuerto, más de esos horribles monstruos estarían rondando. Llegué a la entrada del cementerio, la cual tenía una reja que rechinaba estruendosamente y con el nombre del lugar arriba, al parecer se llamaba “Gillespie Cemetary”. El nombre no me sonaba así que continué corriendo, llegué a la esquina de la calle “Matthews Street”, según los letreros.
Mientras seguía corriendo, encontré un cadáver en medio de la calle acompañado de una silla de ruedas dañada, parecía quemado; tenía un papel en su mano derecha, logré armarme de valor y me acerqué lentamente hacia el cuerpo, tomé el papel y, afortunadamente, no sucedió nada fuera de lo normal. Procedí a ver el contenido del papel.
Era un mapa, y no cualquier mapa.
Era un mapa de Silent Hill.
“¡¿Silent Hill?!” Pensé, mientras el corazón parecía habérseme subido al cuello, ¿De verdad estaba en Silent Hill?.
Vi cuidadosamente el mapa y me di cuenta de que había un lugar en específico resaltado con un marcador rojo que lo rodeaba acompañado de un texto, era el mismo cementerio por el que había salido y el texto decía “IR AL MAUSOLEO”. Mi radio comenzó a producir estática, y recordé que estaba desarmada, así que me adentré nuevamente en el cementerio.
Una vez, de nuevo en el cementerio, corrí con todas mis fuerzas hacia el Mausoleo cuando vi que un grupo de criaturas esqueléticas, sin rostros y sin brazos me perseguía, tropecé por un momento pero no me caí, los monstruos empezaron a alcanzarme. Parecía que todo el lugar hubiera cambiado, pero la oscuridad que me impedía orientarme correctamente.
Uno de los monstruos empezó a vomitar, derramando un líquido que despedía un hedor como ningún otro, se podía escuchar cómo el suelo con el que había entrado en contacto el vómito se disolvía, pues la sustancia era extremadamente ácida. Logré divisar una luz a lo largo del cementerio, parecía provenir de un edificio, probablemente el Mausoleo. Me eché a correr hacia la luz, mientras los monstruos por detrás me perseguían mientras vomitaban.
Unas voces comenzaron a resonar a mi alrededor.
“¿Estás lista para el dolor que tu decisión traerá contigo?”
En seguida reconocí la voz que me hablaba, era la de mi madre. Comencé a recordar la conversación en la que se encontraba dicho parlamento.
“—Está consciente de que yo siempre te apoyaré y amaré, pero también está consciente de que el resto del mundo quizá no pensará lo mismo que yo, ¿Estás lista para el dolor que tu decisión traerá contigo?
—Estoy lista, mamá. No tengo miedo de nada ni de nadie.
—Mi pequeña Luna…—”
Qué irónico, en este momento estaba más aterrada que nunca.
Me acercaba cada vez más al Mausoleo mientras unas lágrimas se escapaban de mis ojos, ese fue el día antes de mi operación en California, en día antes de mi transformación permanente en Luna Fitzgerald, el día que el pasado que vivía atormentándome aún en el presente y me seguiría atormentando en el futuro, no sería nada más que un sucio y vil recuerdo…
Observé las puertas del Mausoleo abrirse ante mí, ¿Acaso esperaba mi llegada?, me adentré en el edificio y las puertas volvieron a cerrarse, impidiendo así la entrada de mis perseguidores. El lugar no se veía tan mal como afuera, es como si la oscuridad no hubiera penetrado en él. Delante de mí, el camino de piedra decorado con una roja alfombra se dividía en tres largos pasillos: uno a la derecha, otro a la izquierda, y otro más hacia adelante. Unas pequeñas y lúgubres lámparas, cuya luz intermitía incesantemente, eran la única fuente de iluminación además de mi linterna. Las paredes de piedra, se encontraban agrietadas, pero aun así, permanecían densas y sólidas; la estatua finamente hecha de piedra de un ángel se encontraba en el centro de la división de los caminos, y a pesar de su serena mirada, parecía triste; más abajo se encontraba grabado en la estatua “Gillespie Mausoleum”. La puerta que se encontraba al final de pasillo de enfrente estaba cerrada, al igual que la que se encontraba al final del pasillo a mi izquierda; en cambio, la puerta del pasillo a mi derecha se encontraba abierta y decidí entrar por allí.
Un par de estantes de piedra con una cantidad considerable de ataúdes de caoba negros rodeaban el lugar, y otra puerta más adelante me impedía ver más allá. Me dirigí hacia ella e intenté girar la perilla, pero no giraba, estaba cerrada. Había una pequeña nota en el suelo, la recogí.
“Aquellos que deseen continuar por el sendero de la muerte, han primero de encontrar los huesos protegidos en el cofre del Diablo.”
¿Cofre del Diablo?, presté atención a las ataúdes y vi que todas estaban enumeradas, de seguro dentro de una de ellas se encontraba la llave que abría la puerta, pero ¿A qué se refería con el Cofre del Diablo?
Empecé por el ataúd número 001, pero no tenía nada adentro más que un viejo y polvoriento esqueleto adulto, procedí a investigar en el ataúd número 002, pero tampoco nada. Hice todo este procedimiento hasta llegar al número 024, ya no había más ataúdes por revisar, cabe destacar que en el número 012 encontré un cuchillo.
Al menos tenía un arma para lo que me esperaba afuera, por más insignificante que sea, me iba a ir de la habitación cuando me di cuenta que una de las baldosas de piedra que había pisado estaba floja, ¿Podría ser…?
Probé con remover la baldosa con ayuda del cuchillo que había encontrado, y, predeciblemente, debajo había tierra, pero estaba algo amontonada, como si algo se hubiera enterrado.
Utilicé mis manos para excavar arduamente; fue al haber excavado medio metro que sentí algo robusto con mis dedos, era otro ataúd, con los números 666, ya veo a qué se refería con eso del “Cofre del Diablo”.
Procedí a abrirlo y en él se encontraba un cadáver a media descomposición con sus frías manos en el pecho cubierto de un elegante traje de gala; y con una rosa cuyas espinas se hallaban enterradas en los putrefactos dedos del cuerpo.
Revisé con disgustos los bolsillos de sus pantalones pero no había nada, estaba segura de que la llave se encontraba aquí pero, ¿dónde?
Divisé los bolsillos de su chaleco y los revisé, encontré una nota que decía: “Ya comí”. Este acertijo me dejaba cada vez más confundida e incómoda. Su abdomen empezó a sangrar misteriosamente. Desabotoné sus prendas hasta ver que la hemorragia salía precisamente del cadáver, pero no había ninguna herida visible de donde pudiera provenir; sin embargo, la sangre estaba exactamente encima de su estómago.
—Así que con eso te refieres con el “Ya comí”, qué asco. — Dije mientras miré el cuchillo para luego acercarlo hacia su piel pálida y cadavérica. Comencé a cortarle el abdomen sintiendo mucha grima, y después de un parpadeo vi que la habitación entera había cambiado, me encontraba en una sala de operaciones y el cadáver que estaba enfrente de mí se había convertido en el mío, al igual que mi arma se había convertido en un bisturí, mi cadáver tenía sus partes íntimas expuestas, aún eran aquellas partes íntimas con las que había nacido…
Estaba en el momento en el que tuve la cirugía.
A pesar de los anestésicos, estaba consciente, pero no sentía dolor, y tampoco podía mover mi cuerpo. Era una sensación extraña. Volví a cerrar mis ojos con mucha fuerza y regresé de nuevo a la habitación de los ataúdes del Gillespie Mausoleum, ya había terminado de abrir la piel del cuerpo, al igual que su estómago, dentro de él se encontraba la llave intacta.
¿Qué era este lugar?, ¿Y por qué me seguía torturando con mi pasado?
Cogí la llave y me dirigí de nuevo hacia la puerta cerrada, introduciendo el objeto en la cerradura y luego, con un poco de inseguridad, girarlo. La puerta se había abierto, lancé un suspiro para luego abrirla.
Era una habitación espaciosa, con libreros cubriendo las paredes, y una mecedora con alguien sentado en ella ubicada en el centro de la habitación, ¿Qué no era esto un Mausoleo?, ¿Qué hace una habitación como esta en un lugar como este?
La persona se levantó de la mecedora, y se volteó hacia mí. Era una anciana pálida con el cabello blanco como la nieve, vestida todo de negro.
—¿Quién es usted? — Pregunté extrañada.
La anciana no dijo nada, hasta que después de unos segundos, respondió:
—Adelaide, Adelaide Gillespie— Dijo con tranquilidad y afabilidad.
—¿Qué es esto?, ¿Dónde estamos?
—Estamos en Silent Hill, ¿Acaso no lo sabía usted?
—Lo sé, pero… Este lugar… no es normal.
—… No, no lo es. Usted ha sido llamada por una razón
—¿Pero qué razón podría ser esa? — Dije con desesperación
—La respuesta, Luna, está aquí, está afuera, está en todas partes…— Respondió Adelaide, dejándome más confundida aún, ¿Cómo demonios sabía mi nombre? —Tengo un favor que quisiera que hicieras por mí.
¿Un favor?, ¿Qué clase de favor podría esperar de una anciana a la cual acabo de conocer?
—¿Cúal? — Pregunté.
—Necesito que busques algo que perdí en la Iglesia, ya sabrás lo que es cuando lo encuentres, si logras hacer esto por mí, te contaré más sobre este lugar.
La verdad es que necesitaba respuestas, y ella me las podía dar, pero… ¿Salir allá afuera a buscar quién sabe qué cosa que no tiene ninguna importancia para mí? No me parecía buena idea. Sin embargo, no tenía otra opción, necesitaba salir de aquí, necesitaba saber por qué llegué aquí.
—De acuerdo, lo haré— Respondí decidida, tenía mucho miedo de salir afuera una vez más pero el miedo de no ver jamás a mi madre era mucho mayor. Adelaide sonrió.
Prometo más tarde publicar una imagen del mapa del pueblo para que se guíen y no se pierdan xD
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Vie Jul 14, 2023 12:50 pm por Momo The Valkyrie Cat
» que ay de nuevo chicos?
Vie Ene 06, 2023 11:11 am por manuel
» Meet the purple team:Tomo 2 Soldier!
Lun Dic 28, 2020 12:05 am por neko girl
» El foro es mio! MUAJAJAJAJA
Dom Jul 26, 2020 1:19 pm por manuel
» Visita Inesperada
Vie Ene 03, 2020 8:55 pm por Denyu
» Holaaaa soy nueo xD!
Jue Oct 31, 2019 9:43 pm por Fran12
» Simplemente ma mató la curiosidad
Sáb Oct 26, 2019 9:01 pm por manuel
» solo hola
Mar Dic 25, 2018 3:56 am por manuel
» desperfectos de tonos de colores en la pagina.
Dom Nov 25, 2018 10:43 am por neko girl